Carta abierta y comunicado de prensa de los docentes del Instituto de Formación Docente Continua.

A continuación, reproducimos un comunicado de prensa y una carta abierta que han confeccionado los docentes del Instituto de Formación Docente Continua, los cuales se encuentran en pié de lucha debido a la precarización laboral que se vive en la institución. 

Antes de pasar a los comunicados, queda informar que hoy se dictará una clase pública frente al IFDC, con posible corte de la avenida Lafinur.

El comunicado de prensa
A partir de lo sucedido por estos días con dos profesores de nuestra institución, a los que se tiene en vilo desde hace tres semanas, sin que se les confirme la revalidación de su cargo y con un arbitrario dictamen negativo de parte del circunstancial tribunal examinador, pretendemos hacer conocer a la comunidad de San Luis, las verdaderas condiciones de precariedad laboral que padecemos los profesores de los institutos de formación docente de San Luís y Villa Mercedes.

Somos docentes que accedimos a nuestro cargo por medio de un concurso en el que, diariamente tenemos que dar cuenta de nuestra formación de grado y posgrado y experiencia en la docencia en todos los niveles.

Nuestras funciones en el cargo son la de formar a los alumnos en los espacios curriculares (materias) de cinco profesorados que funcionan por la mañana y por la tarde, con cursos de alrededor de 200 alumnos, sobre todos en los primeros años. También debemos capacitar a los docentes del sistema, realizar investigación y actividades de extensión a la comunidad.

Si bien en nuestros recibos de sueldo figuramos como “docentes titulares”, nuestra realidad es otra. La permanencia en el cargo depende de una evaluación que se nos hace cada tres años con un examen de antecedentes y una propuesta de trabajo con una instancia oral y escrita. Existen docentes con diez años de antigüedad en la institución, que han sido evaluados ya cuatro veces, pero que no pueden sentirse tranquilos en su cargo y realizar un proyecto de vida ya que nada les asegura que puedan seguir trabajando. Su contrato laboral tiene fecha de caducidad, y más allá de lo que aconseje el tribunal examinador de cada instancia revalida, el que tiene la última palabra es el funcionario de turno del ministerio de educación.

Entendemos que la titularización y la estabilidad laboral ha sido un derecho alcanzado por los docentes de este país y del que gozan los docentes del sistema educativo provincial. Lamentablemente, en nuestro caso, esa estabilidad se nos viene negando hace mucho tiempo.

Creemos que la situación de precariedad a la que nos someten con contratos a término y la examinación permanente responde a la necesidad de controlarnos y con ello controlar la formación docente en San Luis, puesto que somos las únicas instituciones de gestión pública de educación superior de la provincia que brinda títulos con validez nacional. Esto no es un dato menor puesto que es, en parte, fruto de la evaluación de las titulaciones y tareas de los docentes que ahí trabajamos.

Finalmente pedimos a la comunidad educativa y a la sociedad en general que nos apoye en este reclamo, ya que creemos que con ello se defiende a la formación docente y a la calidad de la educación publica.

La carta abierta: “La crónica de una muerte anunciada”
Con la sensación continua de un nudo en el estomago y la inquietud típica que uno siente cuando se viene una fea tormenta. Así me sentí desde que compartí la última experiencia de reválida de nuestros cargos en el IFDC. Después de ese día, supuestamente hay dos compañeros de trabajo-de pasillo, de aula, de mates, de “lucha y de vida- que tal vez ya dejen de serlo. Claro un “tal vez” complicado que me remite a las “crónicas
de una muerte anunciada” de García Márquez, en aquello que es de un murmullo constante, que actúa como amenaza, una premonición, una verdad a medias de la cual nadie se quiere hacer cargo pero está ahí como penando, como promesa, esa reválida que nunca mató a nadie, “hasta que lo hizo”.

Salvando las distancias, la cuestión metafórica de la muerte se me hizo muy presente, me sentí ciertamente en duelo, de mil cosas. Empecé a repasar varios de los momentos que viví en estos casi diez años en la que soy parte de esta institución. Recordé como era cuando solo había tres profesorados por la tarde y replicábamos las clases, cuando se inundó la biblioteca y veníamos a secar los libros. Ese mismo año, yo apenas arribada a la institución, compartía la alegría de muchos colegas que lograban dejar de tener un “contrato basura” por el cual facturaban como “prestadores de servicios” y festejaban como un logro que se removiera a un rector interventor que según ellos “se había llevado todo”. Sé vivía un espíritu de triunfo, de ganas de seguir haciendo, todo estaba por hacerse se decía. En aquellas primeras reuniones de las que participe, un puñado de docentes me invitó a pelear por la definición de los cargos de los auxiliares, sus roles y tareas. Y entonces ya empecé a firmar notas y a ensayar planes de acción, pensando en una institución mejor.

Recuerdo que en las reuniones institucionales, que en esa época eran comunes, el mandato era capacitar y salir del IFDC. Nos embarcamos en proyectos, había que ir a las escuelas, posicionarnos como institución formadora. Con un grupo de profesores viajamos a la localidad de Los Molles todos los días viernes durante un año, sin viáticos, sin seguro, sin ficha para llenar ni nada que computase nuestro trabajo. Éramos solo nosotras, con la ilusión un poco redentora que estábamos haciendo algo bueno. La experiencia en lo personal fue muy enriquecedora aunque estoy casi segura que nadie en la institución se enteró, para bien o para mal. No tuvimos nunca una devolución, ni análisis de nuestro desempeño, ni una palmada en la espalda, nada.

Más o menos para aquella misma época se empezó hablar del cierre de las carreras de Ciencias Políticas y Arte, justamente las formaciones de los docentes en los que hoy, con argumentos amañados, se duda en revalidar. No me había dado cuenta hasta este momento de esa triste coincidencia. En aquellos días fuimos muchos los que salimos a pelear para que no se cierren las carreras o como rezaba el argumento oficial, no se “cerraran las inscripciones”. Nos acompañaban muchos docentes y alumnos, digo muchos, porque lamentablemente nunca fuimos todos, nunca lo hemos sido, pero esa vez éramos más… En fin, hablamos con la entonces ministra a cargo que nos atendió porque nos pusimos en la puerta con los bombos. Eso siempre funciona, digo el que nos atiendan porque en realidad después hacían lo que querían por más que nos prometían pensar y repensar, pidiéndonos que eleváramos propuestas. Lo cierto es que a las carreras la cerraron, perdón, “no abrieron más las inscripciones”.

Con un grupo de colegas, de los que hoy creo quedan pocos, con las que soñamos diariamente tantas cosas para ésta institución, armamos la carrera de Educación Primaria. Por muchas razones fue una propuesta políticamente correcta y rápidamente se oficializó. Fue nuestro orgullo aunque después tomó vida propia y, como todos sabemos, se la modificó arbitrariamente por razones que raramente, entiéndase la ironía, “respondían a los docentes y alumnos”.

A la carrera se la implementó en Villa Mercedes y en San Francisco, aunque en esta última localidad en condiciones lamentables. No hubo una evaluación que diera cuenta de la calidad de la misma, digo de las condiciones en las que se hace normalmente una propuesta educativa, solo se evalúan a los docentes o a los alumnos la condiciones estructurales, materiales. Históricamente parece que no son tenidas en cuenta, en fin un “profesorado pobre” para “gente pobre”.

También recuerdo
épocas en las que se firmaba nuestro ingreso diario a la institución en una carpeta que nadie leía. En otras en las que no sé podía firmar ninguna asistencia porque no estaba la planilla. No obstante seguimos trabajando, luchando por lo que creíamos que era justo. La estabilidad, el sueldo, el doble cargo que -a propósito- no quiere pagar este Gobierno y que indudablemente tiene que ver con la calidad de la educación, porque apunta a la calidad de vida de los docentes, una calidad que nadie evalúa. Ahí estuvimos con los paros y la lucha de los demás docentes del sistema, peleándonos entre nosotros por mirar más allá y salir de las cuatro paredes del Instituto. El ¿saldo? Dos profesores, Mariela y Sebastián, que se fueron o “los fueron” nada más y nada menos que por luchar por una educación de calidad…

Me sigo acordando de proyectos caducos, de muchos esfuerzos. En el ingreso, en la promoción de las carreras, de cubrir cargos vacantes, que se corte la luz, el gas, que no se pueda imprimir, en fin los docentes siempre seguimos trabajando aunque eso no figurara en ninguna planilla que evalué nuestro comportamiento exterior. La verdad, me cuesta pensar como se evalúa el compromiso.

El llamado a concurso de las autoridades del IFDC fue algo que esperamos con ansias y al que todos apostamos pero tampoco se resolvió democráticamente desde un proyecto institucional que nos aunara, nos diera aliento para seguir. Tristemente también significó una lucha perdida. El saldo: tenemos autoridades puestas a dedo por Educación Superior que no han rendido concurso.

Lo más reciente que recuerdo fue la dolorosa tarea de tener que denunciar a una colega de la institución por maltrato a los alumnos. Lo consideramos un acto de justicia principalmente para nuestros alumnos. Pero no sólo que todavía no tenemos respuesta a esa situación, sino que contrariamente a lo esperado recibimos de parte de las autoridades del Ministerio la afrenta de ver como esa colega nos evaluara en la instancia de reválida desde su cargo en el Programa de Educación Superior. Más claro, échale agua. No fuimos escuchados nosotros y menos aún nuestros alumnos que merecían una medida ejemplificadora.

Creo, por estas experiencias relatadas, que la no revalidación de nuestros compañeros Martín y Mauro, responde plenamente a la metáfora de una “muerte anunciada”, en la que la historia la sigue escribiendo, a su manera, el Programa de Educación Superior y la política de este Gobierno Provincial que con relación a la educación solo busca “medir”, “evaluar” y “culpar” sin mirar lo que realmente sucede en el sistema educativo. Deben hacerse cargo de instituciones como la nuestra, plagada de alumnos (futuros docentes) que esperan que sus docentes les enseñen con la palabra y con el ejemplo. Y aquí me pregunto ¿Se puede enseñar a tener miedo? ¿A no pelear por lo que se considera justo?

En todos los años que vengo revalidando, que ya son tres, nunca me preguntaron que quería para mi institución, que consideraba que nos permitía crecer. Nadie me preguntó por las dificultades, por como veía la educación superior, que pensaba acerca de la calidad educativa, como eran nuestros alumnos y alumnas, que cuestiones se pueden modificar. Siento más que nunca eso que detallo, realmente a NADIE le interesa. Sólo se cumple con el ritual de algo que hoy es muy tangible, inmovilizarnos y anestesiarnos.

Saldo final y arbitrario: dos profesores afuera…o casi… ¿Nos quedamos de brazos cruzados?

Docente del IFDC en lucha por una educación mejor