“Este campo era del finado ‘Gallego’ Pérez, van a ser como 25 años que ya falleció. Cuando murió, quedamos con la madre. Con la madre estuvimos 5 años. Cuando la madre vende este campo a Miguel Lucero (de Espartaco), él le hace el contrato como encargado a mi padre. Desde ese momento, cuando Espartaco empezó a traer todas las maquinaría acá, era granito lo que iban a hacer, mi viejo seguía estando como puestero del campo, de estas 500 hectáreas, y nosotros con él, por supuesto. No se si a mi viejo le pagaron una vez, pero él tenía sus papeles escritos de que nosotros éramos los encargados. Hace más de 40 años que estamos en este campo. Falleció mi viejo y nosotros quedamos como puesteros de acá”, relató Hugo Godoy, uno de los hijos de Rosa que, a pesar de ya no vivir allí, ayer había ido a ayudar a su madre a desarmar los corrales y enjaular los animales que cría para subsistir.

Aparentemente, el Gobierno le ofreció en algún momento una casa de barrio a doña Rosa, cosa que no aceptó porque ella necesita un campo para vivir, con lugar para criar sus animales, como lo ha hecho toda su vida. Y a pesar que desde diciembre de 2010 viene buscando un lugar donde vivir, todavía no ha tenido suerte alguna. Es que, hoy en día, conseguir un campo no es nada fácil, especialmente si se tiene en cuenta que Rosa ni siquiera sabe si va a ser indemnizada o compensada de algún modo por sus tierras perdidas.

“Me cansé de golpear las puertas de Casa de Gobierno, me tienen a las vueltas. Me decían que a la calle no me iba a ir y sin embargo en la calle estoy. Queremos hablar con Poggi, pero nos dijeron que no, que tenemos que hacer que hacer una carta escrita y que se yo. Para todo eso, yo ya tengo el agua al cogote. Que venga antes de las elecciones, que venga y de la cara. Cuando uno los necesita, es cuando menos están ellos”, nos dijo Rosa, con lágrimas en sus ojos y sangre en sus manos por haberse lastimado cuando desarmaba los corrales.

Por su parte, Carlos Ravel, el oficial de justicia que tuvo la desagradable tarea de hacer realidad el destierro, comentó que la orden fue emanada por el juzgado Civil N° 3, a cargo de Néstor Milán, quien en los últimos días también rechazó un planteo de nulidad presentado por la familia Escudero para evitar el desalojo de sus tierras en la expropiada Estancia Grande.

“Esta medida fue a mediados del mes de diciembre del año pasado, oportunidad en la que me constituí aquí, notifiqué a los ocupantes y les di un tiempo prudencial para que ellos pudieran irse con sus cosas pacíficamente, sin tener que llegar a la medida compulsiva, como se tuvo que llegar ahora, inexorablemente, después de trascurridos 6 meses”, comentó Ravel, lamentado sinceramente que se haya tenido que llegar a esto.

A medida que los “hombres del Gobierno”, policías y empleados de Vialidad Provincial haciendo una changuita, terminaban de cargar las escasas posesiones de Rosa en el camión y el remolque que habían afectado al procedimiento, las descargaban al otro lado de la Ruta N° 19, pero no frente al campo que solía ser de la mujer, sino unos metros más hacia el sur, como queriendo alejarse de Terrazas del Portezuelo.

Del otro lado de la ruta, el “Chuequito”, un humilde vecino que dijo vivir “en un rancho” de la zona, le cuidaba las cosas a doña Rosa, quien aseguró que iba a pasar la noche a la intemperie hasta que alguien del Gobierno, preferiblemente Poggi, le ofrezca una solución.

Cerca de las 23hs, el candidato radical a gobernador, José Riccardo, visitó a la familia desalojada y a los vecinos que, solidarizados con ella, la estaban acompañando, a pesar de las
temperaturas bajo cero. Su equipo de prensa informó que Rosa, a quien ya le habían tirado abajo su antiguo hogar, seguía firme con su idea de no moverse del costado de la ruta.


Doña Rosa desarma el corral donde guardaba sus animales.


Las escasas posesiones de Rosa esperando ser cargadas en el camión.


El “Chuequito”, al otro lado de la ruta, cuida las posesiones de Rivero, reclamando la atención de Poggi.