“No había nada, después me hicieron la casa. Por eso me hice el ranchito de lata que tengo acá”, dijo doña Rosa, recordando aquel día de julio del año pasado en que llegó a su nuevo terreno, ubicado a la vera de la autopista de las Serranías Puntanas, detrás de Terrazas del Portezuelo. Mientras le construían su nueva y pequeña casa (cocina, una habitación y un baño), Rosa tuvo que soportar el duro frío invernal y el incesante calor en un rancho que construyó con chapas y maderas que logró rescatar de su antiguo terreno.

Y a pesar de que está feliz de que le dieron un terreno lo suficientemente grande como para poder criar los animales de los que siempre vivió, Rosa está tan ansiosa por que le instalen la luz corriente, que prácticamente ya se olvidó de que la corrieron de su antiguo hogar sin tenerle lista una solución habitacional. La línea de electricidad más cercana al terreno está a unos 300 metros de distancia, por lo que, contó la mujer, el Gobierno se comprometió a tramitar con Edesal la instalación.

“Me dijeron que iban a hacer la casa y ponerle la luz, todo completo. Tengo la casa ahí, pero no puedo entrar porque no tiene luz y me tienen a las vueltas. Se fueron y yo estoy esperando que me pongan la luz. Me dijeron que me quedara tranquila, que ya me van a poner la luz, pero hasta ahora no ha venido nadie acá”, comentó Rosa. “Con este calor no puedo tener ni un poco de agua fresca”, concluyó doña Rivero, una víctima más de las expropiaciones que tanto caracterizaron a los gobiernos de Alberto Rodríguez Saá.


La pequeña casa que el Gobierno le construyó a doña Rosa.


Rosa frente al rancho en el que lleva viviendo más de 7 meses.


Las pertenencias de Rosa esparcidas frente al rancho.


La mujer agradece que el terreno es lo suficientemente grande como para poder criar animales.