Consejos para evitar la enfermedad viral, eruptiva y endémica que predomina a fines de invierno y comienzo de primavera.

*Asesoró: Dra. Ana Ceballos, Secretaria Comité Nacional de Infectologia de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP)

Buenos Aires, octubre de 2012.- Con la llegada de la primavera, suelen aparecer con mayor frecuencia reacciones alérgicas y enfermedades eruptivas. Dentro de estas últimas, se debe prestar especial atención y cuidado a la varicela por ser una afección típica de la infancia, por su alto nivel de contagio y por presentarse con mayor predomino entre la semana 33 a la 37 del año; es decir, a fines de invierno y comienzos de la estación primaveral.

La varicela es una enfermedad viral producida por el virus Varicela Zoster. En la mayoría de los casos, ocurre en las primeras décadas de la vida y se calcula que sólo el 10% de la población de más de 30 años es susceptible de padecerla. Asimismo, representa una afección altamente contagiosa ya que se estima una tasa de ataque secundario en convivientes del 70 al 90%. De esta manera, una persona con varicela puede transmitir la enfermedad desde 1 a 2 días antes de que le brote el sarpullido hasta que todas las ampollas hayan formado costras. Las fuentes de contagio más habituales son las secreciones orofaringeas, que se propagan cuando una persona tose o estornuda, y el aspirar o tocar las partículas provenientes de las ampollas.

Las enfermedades eruptivas se identifican por las manifestaciones que se presentan en la piel. Es por ello que el síntoma clásico de la varicela es un sarpullido rojo que produce picazón y ampollas llenas de líquido. Por lo general, aparecen primero en la cara, el pecho y la espalda para después extenderse al resto del cuerpo, incluido el interior de la boca, los párpados o el área genital. Se estima que una persona puede presentar entre 250 a 500 ampollas. Adicionalmente, pueden manifestarse otros síntomas tales como fiebre elevada y pérdida del apetito.

Las complicaciones más severas son la infección de la piel y de los tejidos blandos, pero pueden presentarse neumonía, encefalitis y artritis. Los niños menores de 1 año, mayores de 15 años, embarazadas susceptibles, recién nacido, hijo de madre con varicela al momento del parto y pacientes inmunocomprometidos representan los principales grupos de riesgo.

En líneas generales, el tratamiento para la varicela es de sostén, ya que consiste en bajar la temperatura y aportar mucho líquido. Asimismo, es fundamental mantener la higiene para ayudar a aliviar los síntomas y prevenir infecciones de la piel por lo que se sugiere tener las uñas cortas, realizar un baño diario y evitar el uso de talco antipruriginosos sobre las vesículas. También, es importante destacar que no están indicados los antibióticos, ya que es una enfermedad viral y sólo se debe indicar tratamiento antibiótico ante la presencia de complicaciones infecciosas.

Por su alta probabilidad de incidencia, resulta fundamental tomar medidas de prevención. En este sentido, la vacunación es la mejor manera de evitar el contagio. En la actualidad, es indicada a todos los niños de 12 a 15 meses de edad con un refuerzo a los 4 a 6 años. Asimismo, se ha demostrado que la utilización de la vacuna en situaciones de brotes en grupos cerrados (familia- jardines maternales, etc.) es de óptimo resultado, ya que, aplicada dentro de las 72 horas de aparición del caso índice, previene o modifica la severidad de la enfermedad en el 90% de las personas que no hayan reportado padecimiento de la enfermedad. Por el contrario, la inmunización no es recomendada a los siguientes grupos de riesgo: inmunocomprometidos, embarazadas y recién nacidos de madre con varicela. En estos casos está indicada la utilización de la gammaglobulina específica.

En síntesis, durante la primavera es importante cuidar a los chicos del contagio de enfermedades eruptivas como la varicela por lo que resulta esencial prevenir a través de la vacunación.