Investigaciones recientes presentan evidencia que el contacto en edades tempranas activa mecanismos a nivel neurológico y psicológico que explicarían posteriores adicciones. El consumo de alcohol constituye una problemática de gran relevancia en diferentes áreas ya que, además de afectar la salud individual, se relaciona con una multiplicidad de fenómenos contraproducentes para la sociedad. Conocer los factores que conducen al consumo y abuso de esta sustancia es fundamental para el diseño de políticas públicas al respecto.
En esta área podrían enmarcarse las investigaciones de los científicos del CONICET, Ricardo Pautassi y Angelina Pilatti, quienes desde ángulos diferentes pero complementarios, aseguran que el contacto temprano con el alcohol predispone un mayor consumo a lo largo de la vida.
El lado neuro
Ricardo Pautassi es investigador adjunto del CONICET en el Instituto de Investigaciones Médicas Mercedes y Martín Ferreyra (INIMEC, IMMF-CONICET-UNC) y publicó los resultados de su trabajo en Developmental Psycobiology en enero de este año. Los experimentos diseñados y realizados concluyen que las experiencias con alcohol en la adolescencia, posteriormente, aumentan la predisposición al consumo.
A partir de una serie de experimentos en las que se administraba alcohol a ratas adolescentes y adultas y, luego de un período de abstinencia, se les ofrecía alcohol y agua, se pudo observar que las más jóvenes elegían consumir alcohol en mayor cantidad que el grupo de control –no manipuladas- y que las mayores. Si bien ésta es investigación básica y utiliza un modelo animal en lugar de experimentar con humanos, puede colaborar notablemente con estudios más complejos.
Según cuenta el investigador, se acepta que fenómenos como los relativos al consumo de alcohol responden a un sinnúmero de condicionantes que difícilmente pueden asirse en una sola investigación y aislarse para ser estudiadas en humanos. “La idea de hacer investigaciones con modelos animales es aportar elementos a una investigación epidemiológica, más larga, compleja y costosa en la cual resulta más difícil aislar factores de confusión”, afirma Pautassi.
Los resultados obtenidos apoyan la idea de que una política pública que intente limitar el acceso al alcohol por parte de los adolescentes está basada en la evidencia. Según explica el investigador “Esto es importante ya que hay mayores probabilidades que aquellos con acceso temprano a la droga desarrollen una dependencia, además de problemas asociados, tanto para quien consume como para terceros: accidentes viales, sexo no seguro, golpes, etc.”, explica el investigador.
Si bien este estudio no indaga en las causas, hay distintas teorías que intentan explicarlo. Una de ellas es que los chicos tienen acceso al alcohol en un momento en el que el cerebro se está remodelando y es probable que la sustancia interfiera en este proceso de cambio. En el laboratorio en el que trabaja Pautassi se están realizando otros experimentos para ver si esto ocurre efectivamente.
El lado psico
Angelina Pilatti es becaria postdoctoral del CONICET y trabaja en colaboración con Ricardo Pautassi, quien además la co-dirije en su proyecto para ingreso a carrera de investigadora. En su tesis doctoral en el Laboratorio de Psicología de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, estudió el consumo de alcohol en niños y adolescentes y los factores que lo favorecen.
El trabajo consistió en encuestar a casi trescientos niños de ocho a doce años y trecientos cincuenta adolescentes entre trece y diecisiete, de escuelas públicas y privadas. Un año después se volvió a contactarlos para poder medir los cambios que se habían producido.
Lo que se intentaba medir, entre otras cosas,
era si ya habían tenido experiencias con el alcohol y cuánto consumían en la actualidad. Además se buscaba indagar en las expectativas que tienen frente al alcohol, es decir, que esperan que ocurrirá con el contacto con la sustancia y, finalmente, cuánto creen que beben sus padres y sus pares. Los factores que se mostraron como los más importantes en cuanto a predecir el consumo de alcohol en la segunda medición fueron: cuánto bebe al inicio del estudio -una vez que comenzaron a tomar es muy poco probable que dejen de hacerlo-; la exposición a modelos de consumo y las expectativas frente al alcohol.
“Por un lado, vimos que entre los diez y los doce años es un período crítico en el que ocurren una serie de cambios que los predispone a iniciar el consumo de alcohol. Por otra parte, pudimos observar que aquellos que empezaban antes de los trece años tienden a consumir más alcohol y otras sustancias ilegales”, comenta Pilatti. Los que tienen mayores índices de consumo, además son más extrovertidos y propensos a buscar nuevas experiencias, por lo que habría ciertos rasgos de personalidad que pueden relacionarse con el fenómeno.
En segundo lugar, las expectativas positivas frente al alcohol, es decir la creencia que los efectos que tiene el consumo son deseables, favorece este hábito. En la literatura aparece que los niños pequeños anticipan mayor cantidad de efectos negativos por el consumo de alcohol -como comportamientos agresivos- que en la adolescencia –por ejemplo desinhibición y diversión, entre otros.
Éstas se desarrollan aun antes de una experiencia directa con el alcohol, por ejemplo a través de los padres o pares que consumen. Las personas imitan la conducta de otros, los padres y los amigos son las principales influencias. “Medimos el consumo de los pares y los padres, pero no el real, si no la percepción que tienen ya que puede ser más importante cuánto creen que toman que el hecho físico en sí”, asegura la becaria.
Los resultados mostraron, coincidiendo con lo que se propone a nivel teórico, que en los niños la percepción de un mayor consumo de los padres se traduce en un aumento de los índices de esos pequeños un año después. En la adolescencia la imagen de cuánto toman sus pares suele ser de mayor peso. “Muchas veces los adolescentes creen que sus pares beben más de lo que ocurre en realidad. Esto forma parte de lo que se conoce como presión de pares”, agrega Pilatti.
El tercer y último factor que arrojó el trabajo es la modalidad. En el estudio se vio que en los niños el contacto con el alcohol es experimental y se da con poca frecuencia y en bajas cantidades. Mientras tanto, en los adolescentes estos parámetros aumentan y la bebida comienza a separarse de la exploración para comenzar a convertirse en un fenómeno más habitual. Esto es importante ya que algunas hipótesis plantean que, si además hay otros condicionantes, la primera modalidad conduce a la segunda, elemento que debería tenerse en cuenta al momento de pensar políticas preventivas.