Luciana Muñoz estudió Profesorado en Ciencias de la Educación y en la Carlos Juan Rodríguez daba la materia Didáctica y formaba parte del gabinete Pedagógico. Trabajó en esta escuela desde marzo 2016 hasta diciembre, mes en que no le renovaron el contrato. Apenas comenzó la entrevista, Luciana recordó las dos primeras cosas que escuchó cuando ingresó a la escuela. Una de ellas fue que lo más importante son los alumnos y que no se tienen prejuicios con respecto a su lugar de origen, residencia, condiciones sociales, económicas o si ha estado en la cárcel. “Me pareció interesante y excelente. Pero lo segundo que dijeron es que deberíamos tener cuidado porque los docentes no comprendían el proyecto de la escuela, que tenían una visión negativa”, recordó la profesora.

“Ahí yo sospeché cuando hablaban de los docentes. Podemos decir que algunos docentes puede que no tengan ganas o que estén desmotivados, pero de ahí a generalizar y decir que todos los docentes están desmotivados, sabiendo que hay muchos docentes nuevos”, dijo Luciana, recordando como a lo largo del año fue viendo una gran cantidad de arbitrariedades e irregularidades con respecto a los docentes, las cuales iban desde especular con sus contratos a quitarles toda libertad con respecto a la cátedra que dictaban.

“La toma de decisiones en cuanto a qué pueden tomar, cómo, a quién y cómo evaluar; en esas cuestiones siempre se veían muy perseguidos. Muchos de los docentes trabajaban bajo presión porque siempre se los criticó sobre cómo tienen que ser sus clases, cómo tienen que evaluar, puesto que si hay algún alumno que desaprobó o que no hace nada en todo el año es responsabilidad del docente que, desde el punto de vista de los directivos, no lo motivó o no lo entusiasmó”, señaló Luciana. “Se había convertido en algo instituido que el alumno podía aprobar sin aprender, sin preocuparse por estudiar, sin ser responsable, siempre la culpa era adjudicada al docente”, agregó.

Entre las cosas que se le pedían al docente era que fuera a buscar al alumno al aula para que este pueda realizar clases de consulta, si es que se había llevado la materia, o que directamente tratara de ubicarlo en su casa. Claramente, a los alumnos no se les pide que cumplan con absolutamente ningún horario. “En el proceso de aprendizaje, ambas partes tienen que involucrarse. El docente es una guía, va a ayudar al alumno en caso de que el alumno tenga un obstáculo epistemológico, pero una gran parte la tiene que poner el alumno, tiene que poner el esfuerzo de querer estudiar”, reflexionó Luciana, recordando que a las escuelas autogestionadas se les paga por matrícula, lo que lleva a que muchos cursos tengan superpoblación.

En el caso de Luciana, su contrato directamente no fue renovado el pasado mes de diciembre. No le dieron razón alguna, pero ella estima que se debió a que en varias situaciones ella no estuvo de acuerdo “con varios lineamientos que se proponían desde la conducción de la escuela secundaria”. Uno de estos lineamientos, como ya destacaron los otros docentes que entrevistó La Gaceta, era que los alumnos que se llevaban la materia la aprobaran con “un trabajo práctico escrito y se les daba la facilidad y el privilegio de hacerlo en su casa o con ayuda de coordinadores”.

Estos coordinadores, coincidieron en señalar todos los docentes entrevistados, son una gran parte del problema, especialmente una mujer cuyo nombre no mencionaremos, pero llamaremos “Vanina”. “Muchas veces ella le hacía los trabajos prácticos a los alumnos. Pueden los alumnos tener esas facilidades para hacer los trabajos prácticos, pero el docente no podía pedir que el alumno hiciera una defensa oral y corroborar que hubo un aprendizaje significativo por parte del alumno o si únicamente lo copió de Internet o se lo hizo alguien”, remarcó Luciana. “Después, al año siguiente, el alumno entraba y le decía a los profesores ‘yo aprobé tu materia y no hice nada’”, añadió.

Otra gran
regularidad que remarcó la docente que integró el gabinete Pedagógico es que los alumnos pueden “acreditar espacios curriculares realizando otras actividades que no se vinculaban a ese espacio”. Como ejemplo, Luciana mencionó que podían aprobar Formación Ética y Ciudadana tras participar de algún taller del Gobierno o de algo tan disímil como una maratón.

Todo este tipo de acciones forman parte del Proyecto Cero, cuyo objetivo es lograr cero repitencia y cero fracaso escolar. “En realidad es una política macabra, porque había cero repitencia, pero también había cero aprendizaje”, remarcó Luciana, señalando que en la escuela consideran que el título de secundaria es “un derecho” y no algo que los alumnos tengan que lograr mediante su esfuerzo y estudio. “Aprobar no es lo mismo que aprender, le dije una vez a la regente”, recordó Luciana Muñoz.

Obviamente, lo peor de todo esto es que el alumno está al tanto de todo esto y muchos de ellos manipulan el sistema para aprobar sin estudiar. “Saben que si no estudian o si quieren que un docente se vaya, hablan y lo sancionan o lo despiden, como en el caso de Adela o de Patricia”.

“Yo creo que los alumnos son valiosos para la escuela para seguir justificando la matrícula y el Proyecto Cero, pero yo creo que no son considerados sujetos valiosos y con derechos porque si así fuera se preocuparían por educarlos. Yo me fui contenta de que mantuve firme a mis convicciones y no hice muchas de las cosas que me pidieron, que era avalar este proyecto”, concluyó Luciana, no sin antes destacar que el equipo docente de la institución es realmente excelente.

“‘Yo se que al final del trimestre voy a aprobar con un práctico’, te dicen los chicos”
El segundo caso que presentamos hoy es el de Patricia Álvarez, una Analista Biológica y licenciada en Nutrición que ingresó al establecimiento hace 5 años dando Ciencias Naturales y Biología, pero luego la cambiaron a Química, Actividad Física y Salud e inclusive Geografía Ambiental.

“La tuve que dar, pero al año siguiente dije ‘no quiero dar esta materia porque yo no estoy capacitada y estoy estafando a los alumnos”, dijo Patricia en referencia a Geografía Ambiental. “El docente es multifunción. Vos entrás dando una materia que te compete por tu título y terminabas dando otra materia y al año siguiente dabas otra. Así se pierde la calidad, porque un docente dando cinco materias diferentes, recargado de horas, sumado al poco compromiso de muchos alumnos, las termina dando como puede o como el alumno te permite que des la materia”, destacó Patricia.

“Siempre hay otro profe que necesita laburar, que es nuevo y hace lo que sea por laburar. Por eso lo que está ocurriendo es que muchos profesores no hablan ni dicen nada por conservar el trabajo porque hay una familia detrás. Esto lo piensa la mayoría de los docentes, lo vamos a decir 10 o 5, pero el resto solo piensa en mantener el trabajo. Así es como el docente llega a fin de año con un stress mental terrible”, dijo la docente, refiriéndose al bendito Proyecto Cero y a las notas que hay dibujarlas o directamente inventarlas “para que el Proyecto Cero se cumpla”.

En cuanto al trabajo en el aula, Patricia coincidió con todos los docentes ya entrevistados, remarcando que si ella no aprobaba los alumnos alguien más lo hacía. De hecho, Patricia fue despedida mientras se encontraba en pleno proceso de hacer recuperar a un grupo de alumnos que se llevaba su materia. “Tuve alumnos que nunca abrieron una carpeta, alumnos que no tuvieron carpeta, alumnos que puedo contar con una mano cuantas veces los vi y que a fin de año estaban aprobados, no se por quién”, señaló la profesora.

Patricia también señaló que el poder de echar a los profesores lo tienen los alumnos, en particular los que peor rendimiento tienen. “De última
que se quejen los abanderados y los que más trabajan, pero se quejan los que no van a clase, los que insultan todo el tiempo”, comentó. “A mi no me insultaron personalmente, pero cuando vos explicaste todo el trimestre y te entregan 25 pibes las prueba en blanco, eso para mi fue lo peor que me pudieron hacer. ‘Yo se que al final del trimestre voy a aprobar con un práctico’, te dicen los chicos”, relató la docente.

En cuanto al comportamiento de los alumnos, uno de los aspectos que más destacó fue el constante uso de los teléfonos celulares. “El celular creo que tiene más utilidad que la lapicera. Los chicos no guardan el celular. Están en evaluaciones, no guardan el celular y nadie les dice nada. Vos les decís que guarden el celular en una evaluación y todo lo que te podés imaginar te lo dicen”, contó Patricia.

Patricia también se refirió a “Vanina”, la polémica coordinadora que siempre toma el lado de los alumnos y “les llena la cabeza de que los docentes son lo peor”. “Hay alumnos que por ahí no llegaban a clase o llegaban tarde con ella porque estaban en la oficina de ella usando la computadora”, comentó la docente. “Ella hace el laburo del alumno, se encarga de armar todo lo de las promos, y ella es la que te pone una pared con los padres. Jamás llegás a un padre. Yo me cansé de pedir dialogar con los padres para contarles la realidad de sus hijos y nunca lo logré”, dijo Patricia.

Tras su despido, que fue el primero de los 9 que se produjeron este fin de año, “Vanina” les dijo a profesores y alumnos que preguntaban por Patricia que “ella había querido hacer las cosas sola” y que “no le importaban los alumnos y lo único que quería era bocharlos a todos”.

Estas situaciones, claro está, también generan una gran tensión entre los alumnos que sí trabajan y estudian. “A un chico que faltaba todo el tiempo y que hacía un práctico mínimamente le tenías que poner un 7 porque lo tenías que aprobar, y a un chico que había ido todo el tiempo, pero no le había ido tan bien, capaz que tenía un 8. Eso generaba una bronca justa y con razón”, dijo Patricia, rememorando un planteo que los alumnos más responsables del aula le hicieran una vez a la directora del establecimiento durante su hora de clase. “Eso no le gustó y les dio a entender que habían muchas escuelas, que esa escuela tenía esa realidad y era de esa forma y que vieran otra escuela donde quizás les iba a ir mejor”, rememoró la docente.

Por último, Patricia sufrió lo mismo que Adela en cuanto a su indemnización, ya que como la escuela cambió de razón social hace dos años no le reconocen los primeros tres que trabajó. “Si bien los directivos son los mismos, cambió el CUIT entonces yo le tengo que hacer juicio al Gobierno por los otros tres años. La indemnización me la pagaron, pero había una diferencia, faltaba dinero y, es más, no me pagaron en fecha y tuve que intimarlos”, contó Patricia, quien todavía espera cobrar ese dinero.

“Me parece re bien que a los chicos se les de posibilidades. Pero creo que si es una escuela donde hay muchos chicos con problemas, de lo que sea, económicos, droga o violencia, yo creo que lo mejor que les podés brindar es educación, porque esa es su mejor arma. Si los dejás irse sin nada de la escuela, ¿con qué se defienden cuando salen a la vida?”, reflexionó Patricia. “Ese sistema para mi excluye. Cuando esos chicos salen de la secundaria van a la universidad y el sistema automáticamente los excluye porque no pueden leer un texto o interpretar su contenido”, agregó, destacando además que muchos chicos ni siquiera aprenden a cumplir horarios ya que pueden llegar a la escuela en el horario que les parezca.

“Estos chicos luego tienen hasta miedo porque salen de un sistema donde todo es tan fácil y están tan protegidos, pero afuera no están los directivos de esta escuela, hay otra realidad”, concluyó Patricia.