El día de ayer, La Gaceta Digital dialogó con Pamela Lencina, una mujer que vive en la ciudad de San Luis, quien, luego de un burocrático trámite con el Gobierno para poder buscar a su hijo de 6 años en el límite con la provincia de San Juan, se encuentra cumpliendo la cuarentena en las residencias de la ULP.

Su hijo venía desde San Juan, ya que tiene un régimen judicial de visitas que ordena que, cada 15 días, puede ser visitado o pasar unos días con su padre, quien vive en la provincia vecina. La visita terminó siendo de más de un mes porque, “cuando tiene que venir, lo agarra la cuarentena”. “A los 2 días de que cerraron las fronteras yo empiezo a pedir permiso y en varias oportunidades me dijeron que no, que no podía y que estaban cerradas las fronteras”, contó Pamela.

“En el momento en que salió el decreto de Nación, vuelvo a intentar y como que retoman mi caso y me piden que les mande el OK de Nación. Les mando el OK de Nación, donde dice que el niño tiene que ser retirado del domicilio donde está en San Juan y llevado a hacer la cuarentena en mi casa. Ahí me dicen que a la brevedad se comunicarán conmigo”, relató Pamela.

Ahí comenzó una serie de charlas y mensajes con una mujer que se identificó como Fernanda, quien le señaló que iba a tener que seguir las normas del decreto provincial y hacer la cuarentena en la Universidad de La Punta. “Si es así, le digo que no. Nosotros somos un grupo de riesgo. Tanto yo como mi hijo somos alérgicos – asmáticos. Prefiero que se quede en San Juan, porque a mi la ULP no me gusta. No me parece conveniente que un niño esté encerrado en un departamento, acá en mi casa tienen un jardín, un patio, un perro al que él extraña. Lo primero que cuido es la salud mental de mi hijo”, dijo Pamela que fue su respuesta.

El permiso nacional autorizando a Pamela a trasladar a su hijo a su domicilio.

Durante estas charlas, Pamela acordó con Fernanda que iba a retirar al niño en el puesto limítrofe de La Tranca, en vez de ir a buscarlo al domicilio del padre, como decía el permiso nacional, el cual, cabe aclarar, vencía el martes 21 de abril. El punto sobre el cual nunca se llega a una conclusión clara es dónde realizar la cuarentena. Tras acordar el ingreso por La Tranca, Pamela recibió un mensaje del Gobierno en el que le manifiestan que “atento a la presencia de un niño”, se iban a comunicar telefónicamente “a fin de coordinar acciones y aclarar conceptos”. “Me llaman para coordinar acciones y me dice, ‘está todo bien, me aceptaron todo, pero la única condición que me ponen es que va a ir la gente de salud a tu domicilio a hacer controles sanitarios 3 o 4 veces al día’. Le digo, ‘sí, no tengo ningún problema. Si quieren poner a alguien en la puerta para que vean que hago la cuarentena, yo no tengo problema’”, relató Pamela.

“Eso fue el día 20 de abril a las 11.20. Después, a las 15.48, me manda a decir: ‘Está autorizado para ingresar el día 21 de abril, desde las 15.30 hasta las 16 horas, por el puesto limítrofe La Tranca. Presentar la documentación ante la policía a requerimiento y deberán seguir las indicaciones de las autoridades y sanitarias’”, contó la mujer, considerando el trámite como finalizado.

Al día siguiente fue a La Tranca a buscar a su hijo, a quien no veía hace más de un mes. Cuando se dispone a hacer el trámite, le dan para que firme la declaración jurada que le dan a todos y que obliga a realizar la cuarentena en La Punta. Pamela firmó, pero agregó una aclaración, señalando que no se le indica ir a la ULP a hacer la cuarentena, sino a su domicilio legal, ya que en el permiso nacional claramente se la autoriza para realizarla en su casa.

“A mi hijo recién me lo dieron a las 7 de la tarde. Nos saludábamos como si fuera un campo de guerra. Estaba a 100 metros. Me lo cruzan y nos ponemos a esperar. Y sigo esperando y sigo esperando. A las 22.15, empezamos a partir hacía La Punta”, recordó Pamela.

Durante todo ese proceso, que duró hasta las 2 de la mañana aproximadamente, a Pamela le retuvieron documentación como su DNI y licencia de conducir.

El patoterismo policial
Una vez en La Punta, Lencina fue atendida por un hombre que se identificó como “Gerardo”, quien básicamente le da 2 opciones: “o te quedás o llamo a la Policía para que te lleve”. Pamela luego se enteró que este no era el verdadero nombre de la persona. Y ahí comienza “el patoterismo de la Policía”. “Como yo estaba hablando con el abogado, con este y con el otro, porque me habían cambiado todo, un policía viene y me dice, ‘apurate porque sino te llevo presa’. A mi me sacó de órbita. Le digo, ‘¿vos a mi me vas a apurar? Si me tuviste 7 horas allá, ¿y ahora me vas a venir a apurar a mi porque tenés un traje azul? No te desubiqués’. Y así, todo canchero, le dice a su compañero, ‘¿por qué no llamás al comisario así se la llevan presa?’”, contó Pamela, señalando que, en efecto, después vino el comisario.

Afortunadamente, esta persona tuvo un mejor trato y le aconsejó que, por la hora y porque venía con un menor, que pasara la noche y al día siguiente tratara de arreglar el tema. Mientras dialogaba con el comisario, Pamela escuchaba a los otros efectivos decir cosas como, “va a ir presa y el niño va a ir a una familia sustituta”.

“No creo ser la única con que la policía tenga ese trato. Algo está pasando acá que se les desbordó este tema”, reflexionó Pamela, remarcando además que su hijo venía de San Juan, que tan solo ha tenido 2 casos, los cuales ya han sido dados de alta. “Si me decís viene de España o viene de Holanda, bueno, sí, tenelo cortito. Pero vino un niño de San Juan. Me parece que el que resuelve, o la gente que resuelve, el sentido común nunca lo tuvo”, agregó.

Pamela también remarcó que los policías “no andan con barbijo, no andan con guantes y están hacinados”. “Están en contacto con muchísimas personas y después esos mismos vienen y te dicen, ‘¿me firma esto señora?’”, agregó.

La estadía en La Punta
Sin ninguna otra opción, Pamela aceptó quedarse en las residencias de La Punta. De entrada, el principal problema es que su departamento no tiene heladera. A lo que se suma que ella es vegetariana. Al no tener donde conservar alimentos, su única opción es pedir delivery, lo que supone un gran costo monetario y una alimentación no acorde a su dieta.

Otro hecho que señaló Pamela es cuando, a la mañana siguiente, les tomaron la temperatura. A ella le dio 35 y a su hijo le dio 34. “Los termómetros no andaban. Además, con el mismo termómetro que me midieron, la midieron a una pareja que bajó con nosotros. Entonces, ¿qué me hablan de protocolo?”, se preguntó Pamela.

“Están jugando con la salud mental y la salud física de un menor. Estar encerrados como estamos encerrados… No podemos salir, no hay lugar para hacer ejercicios. No tenemos WiFi para hacer los deberes, es lento, se cae cada dos segundos. No podemos ver nada de entretenimiento. Les pregunté por mi salud alimentaria y mi salud física. Les pregunté si puedo hacer gimnasia y me dijeron que no, que no puedo hacer gimnasia. Ninguna de las dos cosas podemos tener hoy. No sé que vamos a hacer”, concluyó Pamela.