“Parece que lo único que contagia es bailar. Es ilógico y hasta da risa, porque parece que lo único que contagia es el baile”, dijo Diego Astudillo, presidente de la CACAUNI (Cámara Única de Lugares Diurnos o Nocturnos con o sin Actividad Bailable), con motivo de que el próximo 12 de marzo se cumple un año en que boliches y discotecas no han podido abrir sus puertas.

“El 12 de marzo se cumple un año de no poder trabajar y de un reducido grupo de propietarios que ha decidido tratar de convertir sus discos en bares, como para poder amenguar un poco los gastos. Algo se ha podido, pero no en su totalidad porque los costos de mantener una disco son bastante altos. Se han abierto todos los rubros y nosotros estamos olvidados, sin poder trabajar, a pesar de que fuimos los que primero presentamos protocolos para hacerlo”, dijo Astudillo.

“¿Que diferencia hay en que baile el novio, la novia y los invitados con que baile un grupo de amigos? ¿Dónde están las diferencias? A nivel racional no se explica que unos bailen y otros no y que nosotros hace ya un año que estemos cerrados”, agregó Astudillo, refiriéndose al hecho de que ya están abiertos los salones para eventos como casamientos y fiestas de egresados.

El empresario destacó además el crecimiento de las fiestas clandestinas y estimó que alrededor de 7.000 personas asisten a ellas los días viernes y 10.000 los sábados en el Gran San Luis. “Hay mucha gente que lucra con la clandestinidad. Nosotros estamos abiertos a un diálogo que sea expeditivo y rápido con el Comité de Crisis

¿Cómo es el protocolo que proponen para volver a abrir?
Según explicó Astudillo, la idea es trabajar con “burbujas” (que es el mismo término que se utiliza para el regreso a clases), armando “livings” para que se junten distintos grupos de amigos. Estas burbujas no podrán tener contacto entre sí e inclusive se piensa establecer distintos horarios de llegada y salida para cada una de ellas. En pocas palabras, la idea es cada persona baile con su grupo de amigos y no con “desconocidos”. “Además no hay barra. Hay una carta con código QR, uno dice ‘yo quiero tal bebida’, y el mozo se lo trae”, explicó Astudillo.