En julio de 2020, durante el periodo de restricciones más duras de la pandemia, el centro de tratamiento de adicciones Levántate y Anda se vio obligado a cerrar sus puertas. Más de un año después, se abrió un nuevo centro, llamado Día Uno, que es administrado por un grupo distinto de personas, pero cuenta con el mismo equipo terapéutico e inclusive funciona en exactamente el mismo lugar, una casa ubicada en Junín al 1699 (entre Lafinur y Europa).
Desde que comenzó esta nueva etapa, Día Uno ya trabaja con distintas obras sociales como Dosep, e inclusive con OSEP, la obra social estatal de Mendoza. Sin embargo, la enorme mayoría de las personas que concurren a este centro de tratamiento de adicciones no tiene obra social. Por ello, la expectativa era poder trabajar nuevamente con el Sedronar (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina), el cual ofrece becas para que personas de bajos recursos puedan acceder a estos costosos tratamientos, pero las gestiones ante el organismo nacional no han llegado a un buen puerto debido a un altísimo nivel de burocracia.
“Más del 80% de los chicos que estaban en Levántate y Anda (LyA) tenían una beca del Sedronar. Entonces apuntamos a eso, pero lo que Sedronar exige para hacer convenio con nosotros y habilitarnos para atender a personas con sus becas es que estemos funcionando con pacientes internados. Eso nos descolocó, porque la mayoría de los pacientes que vienen no tienen los medios como para poder internarse, ya sea a través de una obra social o que se lo puedan costear ellos”, contó Emanuel Vega, acompañante terapéutico y miembro del equipo de Día Uno.
Según precisó el profesional, los costos de internación “más económicos” rondaban los $50.000 mensuales a comienzos del año pasado y, para un tratamiento verdaderamente efectivo, se precisan 6 meses como mínimo.
“Es complicado poder empezar si no es con las becas del Sedronar, ya que tenés que coordinar que haya un número de 3 o 4 paciente para poder hacerlo. Esto es así porque las personas que se internan pasan a convivir en esta comunidad que está llena de pares y de personas con otros problemas de adicciones. Ellos viven en la casa, durante esos 6 meses, comparten tareas de limpieza, de cocina y demás quehaceres. A su vez, durante todo el día se dan grupos terapéuticos, tienen terapia con psicólogos y psiquiatras y tienen todo tipo de talleres”, contó Emanuel.
Ante este panorama, Día Uno, que tiene un largo listado de personas interesadas en acceder al tratamiento, le propuso al Sedronar que les otorguen 3 becas. “Les propusimos que nosotros trabajamos sobre esos chicos y que ellos vengan a auditar sobre el trabajo que hacemos con ellos, para luego formalizar algún tipo de convenio. Pero tampoco se accedió a eso”, comentó el acompañante terapéutico.
El centro de tratamiento también está buscando ayuda del Gobierno provincial o de la Municipalidad, para que alguien pueda interceder ante el Sedronar y gestionar algún tipo de ayuda, explicando que San Luis no posee ninguna institución de este tipo que ofrezca internaciones. Desafortunadamente, esto todavía no se ha podido lograr.
Por el momento, en Día Uno solo funcionan tratamientos ambulatorios, con grupos terapéuticos y sesiones con psicólogos y psiquiatras. “Es una forma de ayudar un poco, pero hay mucha gente que realmente necesita una internación por la gravedad del caso. El tratamiento ambulatorio es eficaz, pero no es para todos los casos. Hay muchos chicos que van y están menos de un mes, pero no lo pueden sostener. Durante la semana tienen sus actividades, pero el fin de semana vuelve a su ambiente y todo el espacio recreativo que se genera los fines de semana y los lleva a consumir”, explicó Vega.
“En Mendoza funciona una institución como la nuestra, y funciona con fondos estatales, con el Gobierno provincial realizando aportes para los sueldos, mientras que la Municipalidad solventa el alquiler de la vivienda donde funciona. Esa comunidad estaba administrada por gente de LyA de acá. El Gobierno de Mendoza contactó a la gente de LyA hace unos años y abrieron este centro. Ellos pagaban todos los gastos y el lugar, y la gente de LyA capacitaba al equipo terapéutico. Después, el centro de acá cerró por la pandemia, pero el de Mendoza siguió funcionando, ayudado por el Estado. Sabemos que esos casos son posibles”, concluyó Emanuel, contrastando la situación de ambas provincias.