La alocución del senador nacional Rodríguez Saá comenzó con recuerdos de cómo armaron sus primeras unidades básicas, tanto en las principales ciudades de la provincia, como en el interior, en casa de “el Pantera”, Modesta de Romero y “la Gorda” Menéndez.

Poco y nada se habló sobre la última dictadura militar, ese oscuro periodo en el que Alberto escribió una carta a la Junta Militar pidiendo que se investigue a sus coprovincianos, y de la importancia de los derechos humanos. De pasada nomás, Adolfo mencionó que en el 83 se hablaba de Malvinas y del Canal de Beagle. Tras una pequeña pausa, recordó que también se hablaba de los derechos humanos y de los desaparecidos, pero rápidamente abandonó el tema para centrarse en su exitosa política habitacional.

Como si fuera un resurgimiento del slogan “San Luis, otro país”, Adolfo quiso hacerle creer a la gente que esta provincia no se vio afectada por la crisis económica de principios de milenio, obviando mencionar que cuando Alberto creó el Plan de Inclusión Social, había más de 45 mil desocupados en San Luis.

Lo que vino después fue un repaso de las principales políticas de sus gobiernos y el de Poggi, con, como es habitual en los discursos de la mayoría de los políticos, cero autocrítica y menos aún reflexión, enarbolando la ya clásica bandera de que el Gobierno local siempre destina el 50% de su presupuesto a la obra pública, olvidándose que esto también significa que San Luis es la provincia que menos dinero destina a sueldos en todo el país.