De izquierda a derecha: Salvador, Nahuel, César y María Luz.

Un grupo de alumnos de la escuela pública digital Albert Einstein trabaja en un proyecto innovador y solidario: el diseño de prótesis para personas que sufrieron amputaciones en sus manos. Bajo la dirección del profesor Facundo Mugetti, María Luz Dolcemáscolo Berecochea, César Ledesma, Salvador Maure y Nahuel Guzzo ya llevan cinco meses desarrollando dispositivos adaptados a dos pacientes.

Un proyecto escolar que combina innovación tecnológica y ayuda a la comunidad
“Inicialmente estamos trabajando con dos pacientes. La idea es poder ir desarrollando la prótesis según sus necesidades y llegar a lograr lo mejor posible. Si se puede, el año que viene seguiría el proyecto y se irían agregando más pacientes”, contó María Luz.

La estudiante destacó además que este es “el primer año que se hace un proyecto de esta magnitud” dentro de la escuela, lo que representa un desafío no solo para ellos, sino también para la institución. El trabajo no se limita a un ejercicio académico, sino que apunta a un impacto directo en la vida de personas concretas que esperan recuperar la movilidad de su mano.

El proyecto surgió a partir de la iniciativa de Mugetti, quien acercó a los alumnos el contacto con los pacientes. Fue él quien se cruzó con Diego, un carpintero que conoció mientras realizaba trabajos en otra escuela, y quien conocía desde hace años a Lázaro, el padre de un amigo de la infancia. Esa cercanía permitió transformar la práctica escolar en una experiencia con un fuerte compromiso social.

“Estamos adaptando la prótesis a ellos, haciendo en base a lo que ellos quieren, a lo que ellos piden, a cómo les gustaría tener la prótesis”, agregó María Luz, resaltando que el proceso no se trata solo de imprimir piezas, sino de acompañar de cerca las necesidades de cada paciente.

Dos historias, dos desafíos
Los estudiantes trabajan de manera paralela con los casos de Diego y Lázaro. El primero perdió el dedo índice y el mayor en febrero, en un accidente reciente de carpintería. El segundo, en cambio, vive desde hace más de cuatro décadas con la ausencia del anular, el meñique y parte de la palma, por una esquirla tras la explosión de un proyectil cuando apenas tenía 17 años.

“Uno fue más reciente, que fue el caso de Diego, que perdió los dos dedos a inicio de año. En cambio, a Lázaro fue hace más de cuarenta años, cuando tenía 17 años”, explicó Salvador, resaltando las diferencias entre ambos desafíos.

El equipo ya logró avances concretos. “Ya armamos un prototipo, pero no están bien las medidas, así que las estamos cambiando. Ya tenemos casi un modelo físico”, detalló Salvador. A su vez, Nahuel señaló que “ya se imprimieron un montón de cosas. Tenemos dedos impresos, la parte de la muñeca también”.

De la idea al diseño
Para materializar las prótesis, los jóvenes se apoyan en la tecnología. Utilizan el software Fusion 360, con el que diseñan cada pieza a medida. “Nosotros nos hemos ganado una beca del 90% y en ese curso nos enseñan lo que es el diseño, el modelado, cómo seguir paso a paso con las prótesis”, explicó César.

Esa beca llegó gracias a un webinar de una empresa de prótesis biónicas. “Nos enseñan desde el diseño hasta cómo hablar con el paciente, quiénes deben formar el equipo de trabajo, cómo imprimir y hacer una prótesis robótica”, relató María Luz.

Por ahora, los prototipos se realizan con impresión 3D, aunque el objetivo final es avanzar hacia materiales más resistentes. “La idea está entre recubrirlo con fibra de vidrio o fibra de carbono”, explicó Nahuel.

El impacto en los estudiantes
Más allá de lo técnico, el proyecto se convirtió en una experiencia que marca a los alumnos. “Para mí es muy bueno porque nosotros vamos aprendiendo algo nuevo, pero a su vez estamos ayudando a dos personas a recuperar funcionalidades y movilidad”, dijo María Luz, quien resaltó el valor de ver cómo los pacientes reciben y evalúan lo que se está construyendo.

César reconoció que esta experiencia cambió su relación con la escuela: “Yo me metí en esto porque era algo diferente. Facu es alguien que me ayudó mucho a que me guste esto, porque yo no estaba muy interesado en el colegio, y gracias a él le he estado poniendo más ganas. Me da felicidad que las personas se sientan un poquito mejor”.

Para Nahuel, el aprendizaje es doble: “Lo veo muchísimo como una oportunidad que no todos tienen y no todos tienen ganas de hacer. Me parece buenísimo para aprender y más cuando podés ayudar a alguien”.

Salvador valoró especialmente el trabajo en equipo y el contacto directo con los pacientes: “Estamos trabajando en grupo, algo que nos va a servir para la vida, y con casos reales. Es una forma de aprovechar el tiempo en algo que no se ve nunca”.

Un futuro abierto
La experiencia también despertó nuevas vocaciones. “Gracias a este proyecto me di cuenta de que hay un montón de carreras como Mecatrónica que son súper interesantes. Es básicamente esto, pero ya con título”, afirmó Nahuel.

María Luz coincidió: “Está bueno poder aplicar una carrera no solo en una fábrica, sino también para mejorar la calidad de vida de las personas”. Salvador completó: “Nunca pensé en una prótesis, y estar en este proyecto me ayuda a ampliar el abanico de posibilidades de carrera”.

De aquí a fin de año, el grupo espera tener listas las primeras prótesis definitivas. “La idea es ajustar el modelo físico y llegar a diciembre con las prótesis listas para que puedan usarlas Diego y Lázaro”, resumieron los estudiantes.