Como es habitual cada dos años, hoy se realizó la entrega de medallas a los diputados salientes, incluidos los que han sido reelectos; lo cual vino acompañado de unos larguísimos discursos donde cada uno de ellos evaluó su labor durante todos estos años.
Entre todos estos discursos, hubo opositores que se pasaron al oficialismo y hoy son más albertistas que “el” Alberto; veletas que casi siempre terminaron siendo funcionales al oficialismo; opositores que repasaron las decenas de iniciativas que presentaron y nunca lograron que sean aprobadas; oficialistas que prácticamente no han hablado en años; y también “hijos/amigos de” que trataron de convencer a sus oyentes de que están ahí por lo duro que han trabajado en su vida.
Obviamente, todos aseguraron que se van con la frente en alta y que nunca traicionaron ninguno de sus ideales, como si nunca hubiesen votado proyectos como la brutal tarifaria de 2019, que supuso un aumento del 61% en los impuestos provinciales tras un año de terrible crisis económica. Quizás, y esto hay que destacarlo, Daniel González Espíndola, el mismo que una vez presentó un proyecto por el Día de la Abeja y nunca tuvo una buena relación con este medio, fue el único que reconoció que muchas veces tuvo que votar cuestiones con las que no estaba 100% de acuerdo.
Ninguno de ellos dijo cuánto van a extrañar cobrar más de $600.000 mensuales, tener más de 4 meses de vacaciones por año y el poder faltar cuando se les ocurre, sin tener que ofrecer el más mínimo justificativo.
En medio de todas estas horas de hipocresía, se destacó el discurso del peronista José María Escudero, un diputado que siempre se destacó por su picardía a la hora de hablar más que por su labor legislativa. Como todos los diputados peronistas que llevan más de una década en la Cámara, Escudero protagonizó múltiples contradicciones durante todo este tiempo, pero hoy las enfrentó y pintó un claro panorama de cómo es la política peronista de San Luis.
“Cuando intentamos ganar un espacio en la Cámara de Diputados, teníamos que defender a Poggi por su gerencia del poder central. Dos años después nos decían que Poggi era casi una mala palabra. Dos años después nos decían que Adolfo era dios. Dos años después nos decían que Adolfo era una mala palabra y nos decían que Alberto era dios. Estoy hablando de la línea que bajaba el Partido Justicialista. Me desorienté tanto que, llegamos al año 21, y tomé la decisión de no participar en absolutamente nada, porque ya no podíamos seguir deambulando de un lugar a otro, faltándole el respeto a nuestros electores, a nuestras familias y a uno mismo. ¿Cómo puede ser que hoy lo defendemos a este y mañana lo puteamos o lo maltratamos y defendemos al otro? Esto es la política de la provincia de San Luis, que debe cambiar y debe mejorar”, dijo Escudero, quien luego hizo un repaso de su paso y el de su familia por el peronismo.
“Ahí está el más grande mis fracasos, porque hoy, por más esfuerzo que hagan, los puntanos no llegan a fin de mes y lamentablemente son rehenes de la política, que tienen que estar expuestos para que los ayuden con una bolsa de alimentos, con plata de políticos con falta de escrúpulos, faltándole el respeto permanentemente a la dignidad humana. Que lindo sería y que feliz votaría al Partido Justicialista cuando la mayoría de los puntanos ganen el sueldo como lo ganábamos en otra época, como ocurre en ciudades como Villa Mercedes, con un gran parque industrial. Tenemos WiFi, pero tenemos un pueblo debilitado, que no tiene la capacidad de autosustentarse, porque es una política mezquina, tramposa e intencionada para tener permanentemente rehenes”, continuó Escudero, quien finalizó su alocución con una genérica promesa de “seguir luchando por los más humildes”.