¿Cómo se producen los infartos? Casi la tercera parte del total de muertes en Argentina se produce por enfermedades del sistema circulatorio. Esta cifra (32%) es similar a la observada en Estados Unidos (31%) e inferior a la de la Rusia (49%), que es una de las más altas del planeta.

La gran mayoría de dichas enfermedades afectan el corazón, principalmente por estrechez u oclusión de sus arterias, llamadas coronarias. Las muertes por accidentes vasculares cerebrales son el 8% del total en nuestro país, el 4% en los Estados Unidos y el 14% en Rusia. En tanto, a pesar de su menor número, las enfermedades cerebrovasculares constituyen la principal causa de incapacidad o invalidez por sus consecuencias, que son con frecuencia devastadoras.

¿Qué son los infartos y cómo se producen?

Infarto significa ¨muerte de tejidos biológicos¨. La mayor parte de ellos es producida por enfermedad de una arteria que se estrecha u ocluye, lo que impide la llegada de sangre  (infartos isquémicos). Una minoría es causada por rotura de una arteria o de una vena (infartos hemorrágicos). Los infartos pueden ocurrir en cualquier parte del cuerpo, pero los más conocidos son los del corazón y del sistema nervioso. La causa más frecuente de infartos es la aterosclerosis, que no debe ser confundida con arteriosclerosis, palabra que quiere decir ¨endurecimiento de las arterias¨ y comprende múltiples procesos patológicos.

Uno de estos procesos patológicos es la aterosclerosis, que es causada por el depósito de colesterol y de otras grasas en la pared de las arterias, lo que tiene lugar como acúmulos localizados llamados placas ateroscleróticas. Estas peligrosas placas pueden estrechar gradualmente la luz vascular, causando síntomas por falta de oxígeno y de otros nutrientes, y finalmente ocluirla, produciendo un infarto isquémico.

Otro de los riesgos que es las placas se rompan, liberando su contenido dentro de la arteria. Si tal contenido fuera abundante, la arteria se ocluiría bruscamente causando una catástrofe vascular no precedida por otros síntomas, a diferencia del proceso anteriormente descripto.

Si el contenido de la placa que se rompió fuera menos abundante, es arrastrado por la corriente sanguínea hasta los vasos más pequeños distales donde se impacta ocluyéndolos de manera transitoria o definitiva, causando síntomas cuya naturaleza depende del tejido u órgano afectado. Este proceso es llamado una embolia, fenómeno que puede repetirse al desprenderse los restos de la placa, o los trombos (“coágulos”) que se depositaron sobre la misma en un fracasado intento de reparación.

Factores de riesgo

El colesterol puede depositarse en arterias sanas cuando su concentración en los fluidos circulantes es excesiva. Pero aun cuando ello no fuera así, también se depositará si la arteria está dañada por otros agresores, como la presión arterial elevada, productos presentes en el humo de tabaco, y otras enfermedades como la diabetes. Éstos son los llamados factores de riesgo ¨clásicos¨ por ser los primeros cuya relación con la aterosclerosis fue claramente definida.

Posteriormente se reconoció otros factores que pueden dañar directamente las arterias, favoreciendo el depósito de colesterol, o indirectamente por crear condiciones favorables para la aparición o la exacerbación de los factores de riesgo ¨clásicos¨. Han sido llamados ¨nuevos factores de riesgo¨.

Entre ellos se destacan por su frecuencia e importancia la mala alimentación, el exceso de peso y la obesidad, el sedentarismo, el stress crónico, la ansiedad y la depresión, el temperamento obsesivo-compulsivo, y particularmente la hostilidad.

La mayoría de los argentinos come mal, cometiendo uno o más
de los siguientes errores: 1) Ingerir un exceso de calorías, lo que causa sobrepeso u obesidad; 2) Ingerir un exceso de los alimentos que producen perturbaciones metabólicas o fisiológicas indeseables, como sal, azúcar, colesterol y grasas saturadas; 3) No ingerir alimentos que contienen elementos imprescindibles como vitaminas, antioxidantes, calcio, ácidos grasos omega-3 y fibras, tanto solubles como insolubles y; 4) Tomar más de 20 gramos de alcohol por día. Recordemos que esa cantidad está contenida en 63 ml. de bebidas destiladas, 192 ml. de vino y 455 ml. de cerveza.

Conviene subrayar en relación a lo anterior la enorme importancia del exceso de peso. La mitad de los argentinos padece exceso de peso y la tercera parte es obesa, aberraciones que están presentes en menor o mayor grado en la mayor parte de los países del mundo occidental y en una proporción significativa de los demás.

El exceso de tejido adiposo induce resistencia a la insulina, intolerancia a la glucosa, predispone a la diabetes, a la hipertensión, aumenta el colesterol ”malo” y otras grasas como los triglicéridos, y disminuye el colesterol “bueno” dañando así las arterias.

Además hace aparecer várices, destruye las articulaciones, deforma el esqueleto, y se asocia con un incremento en la frecuencia de algunas enfermedades malignas. Tales anormalidades son reversibles, en menor o mayor grado, cuando el peso retorna al ideal.

Otros factores peligrosos

El sedentarismo facilita la acumulación de tejido adiposo con las consecuencias ya enumeradas. Aunque el peso no se incrementara por una apropiada reducción de la ingesta calórica, pueden aparecer algunas de las perturbaciones metabólicas mencionadas, y el sistema cardiovascular envejece precozmente.

Ello es corregido por el ejercicio físico frecuente, que tiene además la capacidad de:

-Facilitar el desarrollo intelectual y el rendimiento académico de niños y adolescentes.
-Retardar la pérdida de memoria y otros aspectos del deterioro cognitivo causados por el   envejecimiento.
-Mejorar, a veces notablemente, el tono emocional, inhibiendo tendencias melancólicas o depresivas, llegándose ocasionalmente a estados de verdadera euforia.

La fatiga y el stress crónicos, el temperamento obsesivo-compulsivo, la depresión, la ansiedad, y ciertos rasgos de carácter como la hostilidad pueden afectar adversamente el sistema cardiovascular porque frecuentemente llevan a utilizar un exceso de alimentos, el alcohol, o el tabaco como tranquilizantes o euforizantes. Los tres son agresores directos o indirectos de las paredes arteriales.