Carta del papa Francisco a la multitud que asistió a la Villa de la Quebrada

Conozca las cifras oficiales de asistentes y qué dice la carta enviada por Francisco.

Según informó Relaciones Policiales, desde el 29 de abril a las 8 horas hasta el día de ayer, domingo 3 de mayo, 176.930 ingresaron a la Villa de la Quebrada, 25.258 de las cuales lo hicieron a pié. Por su parte, el total de vehículos asciende a 29.525. Y tal cual lo han hecho años pasados, el gobernador, Claudio Poggi, y el intendente de San Luis, Enrique Ponce, participaron de la procesión del Cristo de la Quebrada. 

Antes de las palabras del obispo Pedro Martínez, un sacerdote sorprendió a todos los presentes con una carta enviada, nada más y nada menos, que por el papa Francisco desde El Vaticano. “Me uno espiritualmente a la celebración”, decía la misiva, según informó la Agencia de Noticias del Gobierno, remarcando que “en ella también pedía que rezaran por él”.

“El santo padre saluda cordialmente y especialmente a los devotos y peregrinos que participan de la tradicional fiesta del Cristo de la Quebrada y se une a ellos espiritualmente en la invocación al Señor, para que fortalezca las raíces cristianas en esas tierras uniendo los sentimientos del corazón al compromiso constante de llevar una vida coherente con la fe que se procesa. Con estos deseos, su santidad, el Papa Francisco les ruega que recen por él y la Iglesia”, dijo el sacerdote.

Como cada 3 de mayo, la imagen del Cristo de la Quebrada, cubierta en una cruz de vidrio rodeada por claveles blancos y rojos, salió a la calle pasadas las 16 horas,  para transitar en peregrinación las principales calles del pueblo. Los fieles caminaron detrás del Cristo e hicieron una columna interminable de personas que acompañaron con aplausos y con rezos que se escucharon en todo el pueblo. La procesión salió desde la Iglesia y retomó la calle que, en su final, encuentra el Cementerio y la nueva autopista 25 de Mayo. Después giró hacia la izquierda y subió por la calle del acceso principal a la localidad.

En el interior de la parroquia, habitantes del pueblo, seminaristas, religiosas y sacerdotes colocaron al Santo en el altar para que los fieles pudieran saludarlo antes de volver a casa.

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