En pleno contexto de batalla partidaria electoral que vivimos en Argentina, se nos impone la necesidad de volver a traer al ruedo, a autores/as que podemos ubicar al interior de las Ciencias Sociales, que permiten introducir la sospecha, y que nos interpelan, como ciudadanos/as, a intentar desnudar el sentido común, o mejor dicho, poner en duda aquellas ideas que la gran mayoría cree sobre algo y nunca se cuestionaron porque siempre se nos presentaron como evidentes.

Proponemos entonces, en esta oportunidad, para esta breve sección de análisis, recuperar al reconocido semiólogo francés Roland Barthes y algunos otros, hacerlos ‘chirriar’ analizando un fenómeno actual al interior de la esfera discursiva política, y en continuidad, aportar algunas lecturas y pistas que desnuden o develen los mitos que comienzan a materializarse en los spots de las y los candidatos a la presidencia.

Es en ese sentido, que este acotado recorrido, y otros que vendrán, pretende que las y los lectores, ya no consumamos tan naturalmente lo que se nos dice, o mejor dicho, lo que nos prometen en épocas de campaña, sino que nos interpela a ser más críticos con esas piezas discursivas guionadas, a través de las cuales, se intenta persuadirnos, conmovernos y convencernos.

En continuidad, el primer spot que circuló de un precandidato a presidente, tiene como protagonista al actual jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, integrante del Partido PRO y de la coalición Juntos por el Cambio. Se titula “ES HORA. EMPECEMOS EL CAMINO” y se publicó hacia fines de febrero de este año. Fue grabado en la provincia de Santa Cruz (bastión político del kirchnerismo), específicamente en el kilómetro cero de la Ruta 40, que atraviesa a todo el país, menos a Tierra del Fuego.

Empecemos por algunas cuestiones de manual que nos recuerda el semiólogo argentino Eliseo Verón: toda construcción discursiva de identidad política necesita siempre de un adversario que sirva para diferenciarse, polemizar y demarcar una frontera. Se crea un otro/a negativo. En ese sentido, uno de los principales tópicos que podemos identificar en el discurso de Rodríguez Larreta, que emerge como un eje que vertebrará su campaña, es el de terminar con la “grieta”. La grieta es un lugar común que circula fuertemente en el estado del discurso político argentino. ¿Pero qué jugada estratégica le permite crear?

¿A quiénes quiere interpelar? Hay varios aspectos a analizar:
Por un lado, se corre de calificar explícitamente de enemigo (como si lo viene realizando su líder político Mauricio Macri en el libro Primer Tiempo,) a la “vieja política” entendida como la enfermedad padecida por Argentina: “el peronismo y el populismo”. En ese sentido, apela a la estrategia pospolítica en la que los clivajes ideológicos derecha/izquierda o peronismo/radicalismo son considerados inoportunos y se las reduce a peleas sin sentido, y propone un estado anímico de esperanza a través de un “nuevo comienzo” que implica un “cambio” usando la metáfora de la ruta 40 como símbolo de unión de todos los argentinos.

A la vez, el tópico “la grieta” le permite generar un estado desesperanzador, porque si continua, amenaza con terminar con Argentina y los argentinos. Y si bien no nombra a algún/a personaje de la política o partido, si hay un nuevo pliegue de sentido de ese enemigo: los responsables, “los que la usan”, “quienes la abrieron y se aprovechan de ella”. A ellos/as los califica de “estafadores”. De fondo, en la puesta en escena, se encuentra una bifurcación que simboliza la grieta, la pelea, los antagonismos, el conflicto, ubicada, no ingenuamente, en Santa Cruz.

Como componente prescriptivo en campaña, y para lograr terminar con “la grieta”, propone a la presidencia como “el principio del camino de la gran transformación que Argentina necesita”. Y anuncia que quiere ser un “Buen presidente”, dando continuidad a una estrategia muy usada históricamente en los discursos del PRO y CAMBIEMOS, que propone una visión pragmatista: la política es hacer, es solucionarle los problemas a la gente, no es “siempre estar peleándose”. “Lo mío es laburar, laburar y laburar y armar equipos de trabajo para hacer que las cosas pasen”, dice el precandidato, generando una imagen de sí mismo de hombre trabajador, que ha recorrido el país, ha escuchado y sabe cuál es el camino para recuperar otra promesa que es fundamental en el spot: “vivir mejor”.

En continuidad, y para ir dando un cierre provisorio al análisis, el tópico “Transformación” aparece como muy recurrente en el spot. Podríamos establecer a priori una cadena de equivalencia de sentidos comunes que apuntan a conquistar a los/as sujetos/as considerados indecisos/as que no se aferran fuertemente a una identidad política: CAMBIO/terminar la grieta/unión de los argentinos/buen presidente/laburar,laburar,laburar/vivir mejor. Pero como el lenguaje es arena de luchas (ya muy bien lo han explicado los intelectuales del Círculo Bajtiniano), cabe hacernos la siguiente pregunta: Qué implica la pregunta del candidato, iluminado por el faro, que emerge en el spot: “La pregunta del millón es: ¿Estamos dispuestos a hacer la transformación que se necesita? Yo sí…”

Muchas veces las superproducciones nos obnubilan, y en nuestras cotidianeidades, perdemos algunas referencias que nos pueden hacer estrellar, si no estamos atentos a las señales lumínicas emitidas por los maravillosos faros. A modo de ejemplo, entender las afiliaciones internacionales de cada partido, o indagar sobre su historia y sus memorias lejanas y cercanas en el tiempo. Cabe preguntarnos, al menos, si como dicen numerosos politólogos y filósofos contemporáneos que estudian procesos de disputa política hegemónica en la actualidad, la coalición a la que pertenece el precandidato, es otro ejemplo de cómo en Latinoamérica, Europa o Estados Unidos, las (nuevas) derechas van cambiando sus caras, sus pieles y ocultan su pin ideológico. En este caso, a través de la estrategia de un discurso de gestión, moderado y posideológico, que lo diferencia de una derecha más dura al interior de Juntos por el Cambio y de la apelación a fuertes antagonismos del Frente de Todos, va configurando un nuevo proyecto identitario que nunca es estable, que se reacomoda, muta y que va a la búsqueda de las y los indecisos/as. La inquietud que nos moviliza es si la “Transformación” es una receta que conocemos muy bien en Argentina, sus aplicaciones y sus efectos.